Ramiro Albrieu (Investigador adjunto del Centro de Estudios de Estado y Sociedad, CEDES, Argentina)
Desde el punto de vista macroeconómico una de las principales funciones de la política fiscal es contribuir con políticas activas a la estabilización de la demanda agregada de corto plazo. Para cumplir esta función tradicional de estabilización, la política fiscal debe actuar contra la corriente, moviéndose a terrenos deficitarios cuando la economía entra en recesión y generando superávit cuando se encuentra en expansión. Sin embargo, sobre las cuentas fiscales de Argentina se ha señalado que se comportan de forma exactamente opuesta, siendo un factor adicional de desestabilización de la demanda antes que un elemento estabilizador. Las líneas de investigación tradicionales desarrollan la hipótesis de “voracidad” -que racionaliza la propensión al déficit en una situación de boom - la prociclicidad del financiamiento o la dominancia de la política monetaria sobre la política fiscal.
Un análisis más detallado del caso argentino en el largo plazo (1960-2010) nos muestra que efectivamente las variables de política fiscal se comportaron en forma desestabilizadora, y que el resultado es explicado principalmente por lo que ocurrió en los entornos de los eventos de volatilidad macroeconómica, en particular en los colapsos productivos. Como en circunstancias “normales” la política fiscal actuó en forma estabilizadora, esto nos lleva a inferir que los parámetros que están detrás de los nexos entre el nivel de actividad y las acciones de política fiscal no son invariantes; en cambio, son condicionales a la magnitud y el tipo de shock que enfrente la economía.
El estudio del desempeño fiscal argentino en los eventos de crisis lleva a conclusiones que desafían la visión sobre la prociclicidad de las acciones de política fiscal. La conclusión general es que la relación entre acciones de política fiscal y nivel de actividad es compleja y bi-causal. La complejidad obliga a distinguir entre recesiones y crisis, desestimando la estrategia tradicional de separación entre ciclo y tendencia. La bi-causalidad importa porque los resultados de política fiscal pueden ser guiados más por restricciones de entorno que por decisiones autónomas. También se desprende del caso argentino que las tensiones entre los objetivos macro-fiscales se incrementan en los momentos de crisis, justamente cuando se observa el carácter desestabilizador de la política fiscal. En particular, la evidencia destaca la dominancia de las políticas de sustentabilidad de la deuda y de asegurador de última instancia del sistema financiero por sobre la política de estabilización de la demanda de corto plazo. En efecto, en los eventos de sudden stop se registraron explosiones de la deuda pública, colapsos del sistema financiero y crisis. Ello se debe a que el crecimiento en el endeudamiento público no se debió al financiamiento de políticas de estabilización, sino a tres cuestiones: un aumento en los gastos financieros, el salvataje del sistema financiero y -mayormente- los devastadores efectos de una megadevaluación en un país que tiene buena parte de sus pasivos netos dolarizados.