Género-Educación- Cooperativismo

Alicia Susana Rovella (UB-CGCyMRA)

Que el proceso educativo sea social y, por lo tanto, objeto de estudio de las Ciencias Sociales, es una afirmación que necesita demostrarse.

Emile Durkheim, desde sus cátedras de Burdeos, primero, y de la Sorbona después, hacia fines del siglo pasado, fue uno de los primeros que destacó este carácter social del proceso educativo.

Ni la persona social, ni las estructuras, ni la participación social, agotan al hombre, a la situación y a las interacciones humanas. Por aquí se “cuela” la posibilidad de la innovación, es decir la creación humana como motor del cambio social y cultural.

En el Día Internacional de la Mujer, 8 de marzo de 2011, las Naciones Unidas han instado a las comunidades locales, nacionales e internacionales, a centrarse en la importancia de la igualdad en el acceso a la educación, la capacitación y la ciencia y la tecnología, como una vía fundamental para proporcionar oportunidades de trabajo decente a las mujeres.

Por este motivo, las Presidentes de ACI y del Comité de Equidad de Género han emitido una declaración conjunta en la que instan a invertir en educación para las mujeres ya que consideran que ello proporciona beneficios no sólo para el bienestar de las propias mujeres, sino también para la sociedad en general.

El principio cooperativo sobre educación, formación e información cooperativa constituye el reconocimiento del importante papel que el movimiento puede desempeñar en este ámbito.

Pero para que la sociedad del conocimiento sea auténticamente inclusiva debe asegurarse que se lo brinda a todos sus miembros, sin prejuicios de género.

Aquí pensamos en la necesidad de “nuevos paradigmas” en el cooperativismo, basados en planes estratégicos que incluyan la perspectiva de género: el compromiso de los dirigentes para la real participación de la mujer y promover la formación de líderes mujeres.