Gabriel Di Meglio (Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, UBA-Conicet)
Resumen:
Esta ponencia es una pequeña muestra de una incipiente investigación en curso: cómo fue la participación de las clases populares en el proceso político iniciado en el mundo hispano en 1808, que desembocó en el fin del imperio español y la independencia de una serie de nuevos países. Lo que estoy intentando es analizar las intervenciones políticas populares, sus formas, su peso, sus motivaciones, entre 1808 y 1826 aproximadamente.
Mi objetivo no es hacer un análisis comparativo sino realizar un abordaje general, tomar a Hispanoamérica como una unidad –y tal vez, se verá, incluir a España– para observar cómo fue la participación popular.1 Eso implica romper con dos lógicas: por un lado la de las historiografías nacionales que proyectan hacia atrás sus espacios actuales y los recortan (operación inevitable y no reprobable pero que tiene sus límites); por otra parte las consideraciones disciplinares que al centrarse en sujetos que se transforman en el eje de la investigación pueden tender a aislarlos relativamente de su contacto habitual con otros grupos para resaltar su singularidad. Así hay estudios sobre los esclavos, sobre la población negra y parda libre, sobre los indígenas o sobre los campesinos que dialogan mejor con estudios que tienen el mismo objeto en otros lugares que con las investigaciones que se ocupan de otros grupos del espectro popular en una misma región. La intención de este trabajo es mirar a unos y a otros, incluyendo también a las clases populares de las ciudades. Si hay historias políticas del período independentista con una mirada general, y en menor medida se ha hecho lo mismo con la economía, no ocurre otro tanto con la participación popular, pese a lo cual un trabajo así promete ser provechoso e incluso, posiblemente, discutir con algunas apreciaciones de esos trabajos generales. Por supuesto, al igual que en elloos, tal mirada sólo puede ser factible a partir de la historiografia y no de una investigación de primera mano. No pretendo realizar una revisión profunda de cada historiografía nacional sino abordar las obras clave y sobre todo los trabajos más recientes. Por supuesto, hay espacios y episodios para los cuales hay mucho trabajo realizado y otros para los cuales hay escasa obra y se puede acceder a este objeto a partir de trabajos con otro objeto principal.
Entre 1809 y 1816 hubo una importante intervención de las clases populares –campesinos, comunidades indígenas, esclavos, bajo pueblo urbano– en la política hispanoamericana que se puede abordar de varias maneras. Aquí voy a utilizar una de las posibles: inventariar sucesos políticos de la época en los que hubo una clara presencia popular, que contemporáneos y luego la historiografía han remarcado. Hay episodios que no se consideran porque no tengo datos claros sobre la presencia popular (por ejemplo, la insurrección de Cochabamba en 1810). Tampoco he intentado agotar la totalidad de estos eventos, pero elegí esta estrategia para mostrar que sólo por cantidad de sucesos la presencia popular tuvo mucho peso en la época. Como fuente empleo textos de distinto tipo, con abordajes diversos, pero acá los homogeinizo, no entraré casi en aspectos metodológicos. La de los episodios es por cierto una estrategia discutible, porque que sea más numerosos en un lugar no significa que ese sitio haya experimentado más peso popular que otro, pero ese no es el objeto aquí, insisto con que no busco una comparación. De hecho, la insurgencia novohispana y la guerrilla altoperuana, ambas de amplio alcance, sólo ocupan pocos sucesos debido a que entran más en la lógica militar que en la de eventos políticos aquí definida –aunque, claro, una y otra no son fáciles de separar. Por eso, enfatizo, lo que sigue no intenta ser una cuenta exhaustiva sino una muestra. Incluso la bibliografía que se cita en cada episodio no es en varios casos toda la que existe sobre él sino a la que puede acudirse para tener una primera idea sobre lo ocurrido. Tampoco me extenderé por obvias razones de espacio en explicaciones adecuadas de cada acontecimiento, sólo los señalo para luego aventurar algunas reflexiones generales muy preliminares.
Me ocupo sólo de episodios de la vida política que implican movilizaciones no regladas. No estoy considerando entonces las elecciones, que entre 1812 y 1814 fueron muy importantes en los territorios fidelistas que adoptaron la constitución de Cádiz y que con diferentes periodizaciones fueron importantes también en las zonas insurgentes. No me ocupo tampoco de las movilizaciones militares, en las que como es habitual el grueso de las tropas estaba integrada por hombres de las clases populares. Esa militarización fue muy importante en la época, pero por espacio no la trato aquí (sí, como las elecciones, serán parte de futuros trabajos). Y tampoco incluyo las intervenciones de los indígenas no sometidos en la época. Para concluir con las advertencias: es complejo definir a los grupos enfrentados a principios de la década de 1810. Todos se consideraban patriotas y la mayoría se proclamaba fidelista. Utilizo entonces los términos revolucionarios (se dijeran así o no) contra “regencistas” (partidarios del Consejo de regencia contra las juntas autonomistas hasta 1814 (el retorno del rey Fernando VII a su trono) y realistas a partir de entonces.
El período tomado abarca desde los primeros movimientos juntistas posteriores a la vacatio regis de 1808, que en América se dieron en 1809, hasta 1816, año en el que puede considerarse terminado el primer ciclo del período revolucionario y el inicio de un segundo marcado por un abierto giro independentista que no fue el principal rasgo del anterior. La fecha de 1816 obedece a que es el año en que, con la caída de Nueva Granada y la derrota de casi todos los grupos guerrilleros altoperuanos, los realistas afianzaron su control sobre la mayor parte de los territorios que habían sido insurgentes, que habían obtenido con sus victorias en distintos frentes durante 1815. A la vez, en 1816 los portugueses iniciaron una gran ofensiva sobre la Banda Oriental y la zona de las antiguas misiones jesuitas que pertenecía a la Liga de los Pueblos Libres. Sólo esa región, las Provincias Unidas que dirigía Buenos Aires, los guerrilleros altoperuanos de las “republiquetas” de Ayopaya (Cochabamba) y La Laguna (Chuquisaca), y las escasas tropas de los insurgentes Vicente Guerrero y Guadalupe Victoria en Nueva España seguían en pie frente a los realistas. Sin embargo, a fin de ese año Simón Bolívar dio comienzo a una nueva campaña en Venezuela, procedente de Haití, que a largo plazo sería exitosa, al tiempo que José de San Martín lanzaría su ofensiva a través de los Andes, también destinada a triunfar. Se abría así una nueva etapa en la guerra y en el proceso revolucionario.